Sabido es que el nombre actual del partido de
San Antonio de Areco proviene de un compuesto derivado del santo patrono y del río
homónimo. El nombre San Antonio, como se denominaba al pueblo, tiene su origen
en el oratorio o capilla levantada hacia 1720 bajo la advocación de San Antonio
de Padua en la estancia propiedad del hacendado don José Ruiz de Arellano y de
su primera esposa doña Rosa de Giles. En cambio el agregado Areco, fue tomado
del afluente que atraviesa su territorio
y que en su momento le transfirió el nombre al lugar, el cual era conocido como
el “Pago de Areco”.
Mucho se ha hablado sobre el origen del
vocablo “Areco” y distintas fueron las interpretaciones dadas respecto a su
significado por distintos historiadores. Algunas de estas conclusiones fueron
incluidas en el capítulo I de la obra “Historia de Carmen de Areco 1771-1970”
de Oscar Ricardo Melli (A.H.P.B.A. “Ricardo Levene”, La Plata, 1974)
Este autor, ofrece un breve resumen de algunas
hipótesis que pretenden dilucidar la raíz de este topónimo y glosa a cinco de
ellas:
1).- Que el mismo proviene del apellido de un
legendario Comandante Areco que venció a los indios de esa zona, aunque él [Melli]
descarta esa suposición.
2).- Que el origen debe buscarse, según el
sacerdote Domingo Milanesio, en una voz indígena que significa “agua caliente o
agua que quema”.
3).- Que Eliseo A. Tello supone que Areco
deriva de las palabras araucanas: “arum” y “co”, que quieren decir “aguada del
sapo verde”.
4).- Que Bartolomé Mitre, según el
investigador Enrique Stieben, sostenía que Areco provenía del término araucano
“arecoy” que significa “agua caliente”.
5).- Que el erudito investigador y académico
R. P. Guillermo Furlong S. J. le había
manifestado [a Melli] en 1972 que “no hay la mínima noticia de que haya habido
un soldado o persona de ese apellido, con anterioridad a la aparición del topónimo
Areco. También le señalo que en esa zona “había una franja cubierta de palmas y
palmeras” y que “el fruto y aún el mismo árbol, se llama areca.
Agrega, además, que el publicista Alfredo R.
Burneo – Merlín, en una nota periodística, también sostiene que en la región
del Paraná de las Palmas abundaban otrora unas palmas cuyos frutos eran
utilizados como alimento por los indígenas y que los españoles pudieron
llamarlas “arecas” por similitud con las que crecían en Filipinas, América
Central y las Antillas y que en el curso de agua que allí existía pudo ser
entonces “el río de las arecas”, que pasó luego a ser el río Areco y, por
extensión, la región o pago de Areco.
Refuerza estos argumentos el hecho de que “los
araucanos jamás anduvieron por estos parajes y mal pudieron dejar un topónimo
por allí” y que la parcialidad aborigen que habitaba la zona del Paraná desde
Luján hasta el arroyo del Medio era la chaná.
Expuestas así, brevemente, las cinco hipótesis
indicadas en la publicación de Oscar Melli, cabría mencionar ahora a otros
autores que también se refirieron al mismo tema, sea reiterando o ampliando a
alguna de las anteriores, sea apoyando nuevos indicios o hipótesis, pero en
ningún caso demostrando que algunas de ellas haya sido fehacientemente
comprobada y sea por lo tanto excluyente de las demás.
Así, José C. Burgueño en su “Contribución al
Estudio de la Fundación y Desarrollo del Pueblo de San Antonio de Areco” se refiere en primer término a la palma
“areca” y a su fruto homónimo (que los franceses llaman “arequier”) y que esta
versión tiene bastante asidero. En segundo lugar menciona la tradición de un
militar llamado Areco que luchó contra los indios en la región, según la cita
que hace Manuel Ricardo Trelles en la “Revista del Pasado Argentino”, tomo I,
p. 239.
Sobre esta misma hipótesis, Burgueño refiere
que en el Censo General de la Provincia de Buenos Aires de 1881, en su Sección
4ª. Resumen de las fundaciones principales de la zona Norte, se dice: “Areco le
viene del río que pasa por el partido, que lo tenía por haber triunfado sobre
los indios, en combate que a sus orillas diera a principio del siglo XVII, un
militar de ese apellido”. Más adelante manifiesta: que no pudo hallar ninguna
constancia de la existencia de ese militar, excepto un antiguo vecino de
Asunción llamado Antón Areco.
Por nuestra parte podemos decir que en los
primeros años de existencia de la ciudad de Buenos Aires figuran los homónimos
llamados Francisco de Areco. El primero, de oficio sastre y Alguacil Mayor en
1589 y 1590, casó el 22 de abril de 1603 con María de Montalvo, o Melo, o
Montero Soleado y fueron padres de Domingo, Juan, Magdalena y María, en tanto
que el segundo casó hacia 1607/08 con Francisca Rodríguez Valdez y de la Banda,
viuda de Juan Bautista Justiniano e hija natural de D. Diego Rodríguez Valdez y
de la Banda, procreando a Gregorio (sacerdote de la Orden de Santo Domingo) y
Matías.
De estos dos Francisco de Areco se ocuparon
Félix de Ugarteche en “Hombres del Coloniaje” y Raúl Alejandro Molina en su
conocido ensayo sobre el gobernador “Don Diego Rodríguez Valdez y de la Banda”.
El presbítero Dr. D. José María Fontán Gamarra
en su estudio “Linaje de Areco en Buenos Aires” (Boletín interno Nº 170 del
Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas) desarrolla el linaje del asunceno
Santiago Areco Orrego casado en Buenos Aires en 1768 con María Prudencia
Sanabria, pero en su introducción cita a varios Francisco de Areco, incluidos
los ya nombrados, que se radicaron en la Trinidad, y que sin duda provienen
todos de la ciudad de Asunción, siendo probable que procedan de un anterior
Francisco de Areco, natural de Génova y llegado con el comerciante León
Pancaldo o con el veedor Alonso de Cabrera, no debiendo descartarse a otro
homónimo, tal vez flamenco, que vino con la expedición de D. Pedro de Mendoza.
Otros testimonios son aportados por Federico
Oberti en un artículo que lleva por título: “Ha cumplido 449 años el toponímico
Areco”, publicado por el diario “La Prensa” en su sección ilustrada del domingo
16 de mayo de 1976. Asocia el origen del vocablo areco a los indios querandíes
que habitaban en el lugar y a las Palmas “carandaí” que frondosamente se extendían
desde el Luján al Carcaraña.
Como novedad, Oberti incluye tres mapas antiguos. En el primero de
ellos se observa escrito “Río Areco” o “Río de los Quirandos”, el cual, al
igual que los Ríos Arrecifes y Baradero, desembocan en el “Río Paraná de las
Palmas. Se trata de una reconstrucción de la ruta de navegación efectuada por Sebastián
Caboto y P. Lopes de Sousa en 1526 y 1531 y se adjudica el dibujo de este plano
a Carlos Marti.
Añade, a continuación, que en 1527 Alonso de
Santa Cruz lo denomina “río de los quirandos”; en 1530 Oviedo y Valdés lo llama
“guayrandos”; en 1531 el mencionado portugués Lópes lo registra como “terra de
los quirandos” y diez años después, N. Desliens asocia la presencia de los
palmares y sus aborígenes llamándolo “palmas y quirandis”; P. de Forlani, en
1552 prosigue con la denominación más socorrida: “río quirandis”, y otros
autores le asignan los nombres de “río de las palmas”; “río areca” y “palmes”,
nomenclatura generalizada por viajeros y cartógrafos, ya que de estas palmas
existen más de 2.000 especies, entre las que consta el género “Arecae”, y otra
próxima por su semejanza, reconocida como “Arecastrum”.
Sobre los otros dos mapas, Oberti refiere
haberlos obtenido del historiador y geógrafo Guillermo Furlong. Uno de ellos pertenece
al franciscano Juan de Rivadeneyra, que vino al Río de la Plata con Juan de
Garay en 1580, fue confeccionado en 1581 y en un círculo aparece el nombre
“Rincón de Areco”, pero aclara, que como lo ha hecho Caboto, Rivadeneyra ha
reemplazado la “a” por la “o”.
La carta restante pertenece a Juan Romero y
fue realizada en el año 1593. Un año antes había hecho su primera incursión al
Río de la Plata; haciendo éste y otros viajes posteriores a caballo desde el
Perú a estas tierras, tomando notas in situ, especialmente las que se
relacionaban con los pormenores geográficos, imprescindibles para ahorrar
distancias. Como en el mapa anterior, en un círculo, entre el Luján y el
Arrecifes, se puede ver con claridad “R. de Areco”.
D. José Emilio Ramírez, funcionario,
periodista y ex intendente de Areco, en su libro “Memorias entre los siglos
XVII y XX, El Pago de Areco” (S.A. de Areco, 2001), va aún más lejos, en una
reseña recordativa atribuye al cura Juan Romero haber impuesto el nombre al río
en 1593, por ser un tal D. Francisco de Areco, dueño de las haciendas y las
tierras del lugar.
No negamos la autenticidad ni nos resulta
extraña la procedencia de estas dos últimas cartas, pues contribuye a su
veracidad el título por el cual el gobernador D. Pedro Esteban Dávila, en fecha
22 de enero de 1635, hace merced de unas tierras al general D. Sebastián de
Orduña Mondragón, documento éste en cuyo texto señala al “río de Areco”, como
uno de los puntos de referencia para ubicar la posición y el lugar donde se
hallaba situado el terreno donado. Este antecedente demuestra que la
denominación impuesta al cauce, quizás venía de antigua data y era bien
conocida por los pobladores de la región y las autoridades de la época.
Y aunque Oberti también desecha, como
socorrido causante de la voz “Areco”, la presencia de un presunto soldado
español de este nombre, nosotros pensamos que la hipótesis basada en la
tradición sobre un militar llamado Areco, puede en principio parecer como la
más atrayente, pues vimos que ya desde la época del primer Adelantado figura
este apellido en la historia del Río de la Plata.
Creemos que el primer paso para orientar la
investigación en ese sentido sería determinar, por lo menos con cierta certeza,
si antes de la fundación de la ciudad de la Trinidad en 1580 por el general
Juan de Garay, el río ya se llamaba “areco”, en cuyo caso debería precisarse si
algunos de los pobladores de Asunción y eventualmente de Santa Fe de la Vera
Cruz anteriores a esa fecha, realizó alguna acción o escaramuza contra los
indios que poblaban la zona de dicho río, y si tal “militar” se llamaba
precisamente Areco.
La escasez de documentos que han quedado de ese tiempo o
tal vez el hecho de que esos dos datos fundamentales hayan pasado inadvertidos,
hace que aún no se pueda dar una respuesta definitiva sobre esta presunción.
Finalmente D. Camilo Orlando Fagnani, en una recopilación
publicada en 1995 y que lleva por título “San Antonio de Areco: Pago – Pueblo –
Ciudad, 264 años de vida institucional”, al referirse a la opinión de Burgueño,
dice que el señor G. Cuadrado Hernández, en un artículo aparecido en el diario
“Clarín” desestima las hipótesis de la “areca” y del “militar”, presentando a
su vez una nueva versión sobre el origen del topónimo Areco y añade que no es
improbable que dicha palabra proceda del nombre que los guaraníes daban a los
peces que conocemos vulgarmente como “viejas de agua”. Ellos los llamaban
“Arekutá”, agregando que en lengua tupí se los llamaba “Aracú” y en abipón,
“Airaik”. Señala también que los topónimos Arequito, en la provincia de Santa
Fe y Arequita en la República Oriental del Uruguay podrían tener igual origen.
Como se ha visto, la procedencia del topónimo
Areco está lejos de dilucidarse, pues
ninguna de las hipótesis mencionadas se ha comprobado fehacientemente.
Creo sinceramente que la polémica sigue tan en pie como siempre.
Aldo Abel Beliera
*
Ponencia presentada en las “Primeras Jornadas de Historia de los Pagos de
Areco” realizada el día sábado 24 de septiembre de 2005. Hasta el momento no se
tienen noticias sobre su publicación y/o divulgación en algún medio local; además no es mencionado en los trabajos de investigación en el blog de la Junta
de Estudios Históricos de San Antonio de Areco.