Hacía más de medio siglo que el mecanismo del reloj había dejado de funcionar; desde aquel momento de su interrupción y a medida que pasaron los años fueron desapareciendo piezas de su engranaje, haciendo imposible su reparación.
Según nos contaran viejos vecinos, cuando estaban los presbíteros José María Jaime Burmeister y Ernesto Gonzalo Gigena, quienes se hicieron cargo de la parroquia como vicarios ecónomos el 1º de enero de 1971 y permanecieron en sus funciones hasta fines del año 1979, dejaban subir a jugar a los chicos a la torre del campanario y poco a poco, como una travesura, estos pequeños fueron desarmando las piezas de la maquinaria.
Buscando antecedentes sobre el reloj del campanario pudimos enterarnos de su existencia antes de la inauguración oficial de la parroquia que, como es sabido, ocurrió el lunes 24 de diciembre de 1856. Así, en el mes de julio del año 1848 se pagaron $ 80 de la época por la compostura del reloj. Una de las últimas máquinas del reloj era de procedencia francesa y había sido instalada en el año 1870 por la relojería Sanguinetti Hnos., que tenía su negocio en la avenida Corrientes 1880 de Buenos Aires.
Leyendo un informe del Padre Santiago Nicolau, donde enumera las pertenencias adquiridas durante su gestión (1885-1891), menciona la donación de un reloj para la torre dejado por el Sr. Marcos Chaves antes de fallecer, el cual, dice: “se colocará una vez terminada la testamentaría en tramitación próxima a concluirse”.
Don Marcos Chaves murió por 1890, fue hijo de D. Claudio Chaves y de Juana Francisca Lencina; había casado en Pilar el 20 de marzo de 1863 a los 42 años de edad con Da. Justa Cruz, quien cotaba con 53 años de edad y era viuda de D. Pedro Casavalle, fallecido en diciembre de 1861 en Buenos Aires.
El 15 de junio de 1948, el concejal D. Antonio Capandegui, Presidente del bloque Peronista, presenta un proyecto de resolución destinado al arreglo y ajuste del reloj público que funciona en la iglesia del pueblo por estar a cargo de la Municipalidad, acompañando el presupuesto confeccionado por el técnico joyero D. Adolfo Garibotti, para la compostura, refacción, ajuste completo de toda la maquinaria, pintar los minuteros y números del reloj, trabajo por el cual con una garantía por tres años arroja un costo de $ 550 moneda nacional de la epoca.
Esta propuesta no tuvo resultado favorable y el 9 de mayo de 1949, por una ordenanza sancionada por el Intendente Municipal Dr. Manuel Ferro Kening, se concede la cantidad de no más de $ 600 m/n para el arreglo y ajuste del reloj, tarea que es adjudicada al Sr. J. Vázquez, quien una vez finalizado su cometido debera presentar garantía escrita por un año.
La memoria de esos antiguos pobladores también recuerda que el vecino Don Isidro Larrosa, relojero de profesión, era el encargado del mantenimiento y una vez por semana le daba cuerda al mecanismo cuya duración aproximada era de ocho días.
Otra tarea, seguramente, consistía en revisar las conexiones del dispositivo eléctrico y los cables de acero que impulsaban las colas de los badajos para hacer sonar las campanas, pues antes de la implantación del nuevo sistema las campanas eran accionadas mediante unos pulsadores que se hallaban en un tablero de la planta baja del templo.
Primera referencia
La primera noticia sobre las campanas de la iglesia del Pilar se pudo conocer a través de las referencias brindadas en el año 1948 por el Instituto Agrario Argentino en su "Reseña General Histórica, Geográfica y Económica del Partido de Pilar", allí se dijo:
"Campanas. De origen italiano, las tres campanas principales del templo son antiguas, una de ellas tiene una inscripción que reza: Estrella matutina - Heredi de Giovanni Bozzoli - Génova Exsumitibus" de Vicente Piñero de Melo. 1845. Una de las campanas está rota (la más chica) y las dos grandes, al decir del Párroco, son de las fundidas como "entonadas", temple especial para el fin a que serian dedicadas. El mal estado de las escaleras del campanario evita leer las inscripciones restantes, pero documentalmente se asegura que son del mismo tiempo, salvo la del reloj que es moderna".
Todas las publicaciones posteriores aparecidas en el ámbito del Pilar repitieron esta cita, desconociendo que tres años después de aparecida la reseña del Instituto Agrario, dos de las campanas habían sido reemplazadas por otras nuevas.
Todas las publicaciones posteriores aparecidas en el ámbito del Pilar repitieron esta cita, desconociendo que tres años después de aparecida la reseña del Instituto Agrario, dos de las campanas habían sido reemplazadas por otras nuevas.
En el año 1990 con motivo de las Primeras Jornadas de Historia del Partido del Pilar, mencionamos esta circunstancia en el trabajo titulado "Basamento Histórico de la Capilla Nuestra Señora del Pilar y del Pueblo del mismo nombre", tomada del "Libro 1º de Fábrica" o "Cuentas" que reúne información desde el año 1784 hasta el de 1856, hoy extraviado o desaparecido como otros documentos que se hallaban en el archivo de la parroquia y fueron a manos de particulares, no foráneos sino vecinos del Pilar; pero ya hablaremos de ello y de ellos en otro momento.
De estas anotaciones surge el mes y año de la compra de campanas y el precio pagado según el siguiente detalle:
- "Septiembre de 1836 una campana chica de torre - $ 290.-- Agosto de 1841 una campana nueva en reposición de otra rota - $ 1.428.-
- Enero 1844 una campana mayor en reposición de otra rota - 2.000 $.-
- Febrero de 1851 un par de campanas nuevas y medianas - $ 2.750.-- 26 de agosto de 1853 una campana grande que costó $ 3.500, adquirida mediante la - donación de $ 3.000, entregados por el Síndico, $ 100 por D. Silverio Basabe, $ 50 por D. Victoriano Carrión y $ 500 que abonó el vendedor por dos campanas rotas."
En este último caso, como era norma se debió alquilar una carreta y la contratación de peones para cargar y descargar las dos campanas rotas, llevadas desde Pilar hasta un almacén ubicado en la ciudad de Buenos Aires, desde donde, repitiendo el mismo procedimiento, regresaron trasladando la campana nueva, originando un gasto de $ 175, más otros $ 5 en bebida y cigarros para obsequiar a los que subieron la campana a la torre de la iglesia.
- Febrero de 1851 un par de campanas nuevas y medianas - $ 2.750.-- 26 de agosto de 1853 una campana grande que costó $ 3.500, adquirida mediante la - donación de $ 3.000, entregados por el Síndico, $ 100 por D. Silverio Basabe, $ 50 por D. Victoriano Carrión y $ 500 que abonó el vendedor por dos campanas rotas."
En este último caso, como era norma se debió alquilar una carreta y la contratación de peones para cargar y descargar las dos campanas rotas, llevadas desde Pilar hasta un almacén ubicado en la ciudad de Buenos Aires, desde donde, repitiendo el mismo procedimiento, regresaron trasladando la campana nueva, originando un gasto de $ 175, más otros $ 5 en bebida y cigarros para obsequiar a los que subieron la campana a la torre de la iglesia.
Agregamos otros apuntes sacados de los inventarios: 5 de agosto de 1861: “tres campanas y una campana chica del Nº 5 sana y sin rotura”. 7 de febrero de 1901 y 21 de mayo de 1905: “cuatro campanas (una de ellas rota), la más chica perteneciente al reloj y sin badajo.
Estos testimonios posteriores al año 1948 fueron el motivo que nos llevó hace unos años atrás a solicitar autorización al Padre José Ramón de la Villa para subir a la torre de la iglesia. Una vez concedido, con la advertencia de que tuviéramos cuidado por el estado ruinoso de las escaleras, acompañado por el ex Concejal y Director de Cultura Don José Sánchez emprendimos el ascenso que en esa oportunidad sólo sirvió para tomar fotografías, pues no se podía leer en forma completa las inscripciones de las campanas debido a la posición donde estaban colocadas, muy cerca de las paredes y de los cuadrantes de los relojes del campanario.
Tiempo después, esta vez provisto con una linterna y un espejo, pude copiar íntegramente los escritos y observar los dibujos de las campanas. Como se esperaba, el resultado de la investigación emprendida difería de la versión conocida.
Detalles de las campanas
Dejamos de lado los comentarios y pasamos ahora a ver las imágenes de las cuatro campanas de la torre de la iglesia, su ubicación en el campanario y las inscripciones que llevan, pues estos textos son los mejores testimonios acerca de su historia.
En principio conviene aclarar que el campanario se encuentra en la torre del ala izquierda del templo, pues la de la derecha recién fue construida en el año 1921.
Parte de la torre en cuyo interior se halla el campanario y el mecanismo del reloj. Vista de los cuadrantes desde la calla Lorenzo López. |
Vista de la torre y los cuadrantes del reloj desde la calle Belgrano. |
Campana 1.- Se encuentra ubicada detrás del cuadrante del reloj que da a la calle Belgrano. Al igual que las demás un panel enrejado tipo celosía permite esparcir su sonoridad al exterior. En su cuerpo y en relieve luce pequeños adornos y un Cristo chico. Esta campana, como las otras, está sujeta a la corona por una abrazadera (yugo) de hierro con tuercas y sostenida a la vez de un tirante de madera amurado a la pared del campanario.
Campana 2 .- Colocada a la derecha de la anterior, es más grande y es una de las adquiridas en el año 1851. Puede leerse en letras mayúsculas: "AVE MARIA - MARIA GRATIA PLENA - 1851 - EREDI DI GIOVANNI - SOZZOLI - GENOVA."
En esta fotografía podemos ver la campana 2 a la izquierda y la 1 (más grande) a la derecha.
Campana 3.- Situada en la parte posterior del cuadrante del reloj que da frente a
Campana 4.- Emplazada junto a la escalera por la cual se accede al campanario y a la derecha de
Vista de las campanas 3 y 4
Las leyendas confirman que tres de las campanas fueron fabricadas en la ciudad italiana de Génova, dos de ellas construidas por los herederos de Giovanni Sozzoli y la restante por los hermanos Boero. Están escritas en latín y la traducción de la campana nº 3 nos da a entender que D. Vicente Piñero de Melo fue quien puso el dinero para comprarla.
El inventario del 30 de junio de 1877 corrobora esta suposición, pues entre los bienes de la Iglesia figuran: “Tres campanas, una regalada y una de ellas rota”.
El nombrado nació el 22 de noviembre de 1811 en Pilar y era hijo legítimo de D. Ceferino Piñero y de Da. María Bernarda Abalos; nieto paterno del portugués D. Francisco Ferreira Piñero y de
El apellido "Melo", venía por la abuela materna de D. Vicente Anastasio Piñero, por ser esta hija de D. Carlos Romero y de Da. Juana María de la Cruz Melo. Da. María del Tránsito Piñero falleció el 28 de febrero de 1847 y D. Vicente Anastasio Piñero contrajo nuevo matrimonio el 17 de julio de 1854 con Da. Margarita Basabe, hija legítima de D. Pedro Basabe y de Da. Pascuala Irrazábal; nieta paterna de D. Tomás Basabe y Da. Juana Isabel Ponce de León y nieta materna de D. Ventura Irrazábal y de Da. Tomasa Vallejos.
Todos las ceremonias religiosas referidas fueron celebradas en la parroquia de Nuestra Señora del Pilar, con un repiqueteado toque de campanas lanzadas al vuelo trasmitiendo su alegría, como se acostumbraba en esa época en días de bautizo y de boda, o de tristeza, acompañando el duelo y el llanto de las personas que perdieron un ser querido.
Campanas - Un poco de historia
Es costumbre muy antigua convocar al pueblo cristiano a la asamblea litúrgico mediante alguna señal o sonido y también advertirle, a través de esos signos, de los principales acontecimientos de la comunidad local. De este modo, la voz de las campanas expresa, de alguna manera, los sentimientos del pueblo de Dios, cuando se regocija o cuando llora, cuando da gracias o suplica a Dios, cuando se congrega y manifiesta el misterio de su unidad en Cristo.
El uso de las campanas surge en la iglesia occidental en el siglo VII y en la oriental parece que no se usaron antes del siglo IX, apareciendo las primeras campanas en la Basílica de Santa Sofía de Constantinopla.
Al principio no había más que una en cada iglesia, multiplicándose posteriormente. Al crecer el número de campanas, como asimismo el volumen de las mismas, se vio la necesidad de construir torres para colocarlas debidamente y para que la sonoridad pudiera esparcirse más.
Se le debe a San Carlos Borromeo mucha de la reglamentación conocida acerca del uso de las campanas. En sus instrucciones para la fábrica y el ajuar eclesiásticos, establece que las torres de las catedrales deben llevar siete campanas, o a lo mínimo cinco; la iglesia colonial tres, es decir, una más grande, una media y una chiquita; las parroquias otras tantas, o al menos dos.
En occidente se las dota con el nombre de una mujer, generalmente con el de la virgen o de una santa, esto se debe a considerar la campana como un elemento femenino y que las primeras campanas se las colocaba en los templos, conventos y castillos.
Es opinión generalizada la que atribuye la mención de las campanas a la Campania, región de Italia, por haberse empezado a fundir allí las campanas más grandes y de más calidad del bronce.
La campana se divide en tres partes, el jubo, copa y badajo. El jubo o yugo es de madera o de hierro que lleva unos tirantes sujetos con unas tuercas y en cada extremo están incrustados los ejes donde descansan dentro unos cojinetes; uno exterior de madera y otro interior que es de metal. La copa es de bronce, fundida con diversas aleaciones como metal y bronce y el badajo, que es de hierro o madera y se halla sujeto con unas pretinas también de hierro de arriba abajo queda reforzado totalmente y la pera o coronilla es de hierro macizo.
Desde el principio, las campanas de bronce se han fundido con una composición promedio de 80% de cobre, 10% de estaño y 10% de plomo. Cuando más plomo tenga una campana, más opaco será su sonido; por el contrario, el estaño produce un bronce con mayor dureza, y por lo tanto de mayor sonoridad. Hay casos de campanas europeas de reconocida pureza de sonido, cuyo bronce tiene 80% cobre y 20% estaño.
Para fundir una campana se emplea tierra mezclada con estiércol de caballo, borra y cáñamo para elaborar el macho o molde interior para la parte hueca de la campana. El molde se cuece en un horno de ladrillo. Los relieves se hacen con cera que por medio del calor se expulsa del molde; también se usa la cera para moldear figuras, ornamento, imágenes de santos, etc.
Como molde exterior se utiliza una pieza de cantera porosa, el que es destruido al igual que el molde interior una vez fabricada la campana. La fundición se lleva a cabo en un hueco abierto en la tierra, vertiendo entre ambos moldes los metales precalentados a 2.000 grados centígrados y manteniendo la alta temperatura durante ocho a diez horas.
Una vez fundida, la campana se pule con esmeril para quitarle los sobrantes, tanto de la parte interior como exterior. El badajo debe tener entre el 2 y el 5% del peso total de la campana.
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